lunes, 24 de agosto de 2009

Felicidad como paz interior

Le estuve dando vueltas durante varios días al asunto de cómo encarar un escrito que hablase sobre la felicidad, sin decidirme a nada, hasta que se me ocurrió hacer una pequeña encuesta de salida, esas que están de moda, para ver qué concepto tiene la gente sobre lo que es la felicidad.
Lo primero que encontré es que a la gente le pasó lo que a mí a la hora de pensar en desarrollar este artículo: Se quedaron “pasmados” ante la pregunta ¿para ti que es la felicidad?
Salvo un filosofo, que no me acordaba que era filósofo (o al menos, egresado de la Licenciatura de Filosofía) que me contestó a boca de jarro con una definición de esas que se aprenden de machete, todas las demás personas se sintieron perplejas sobre el punto en cuestión y de entrada la respuesta general fue un silencio o el clásico “me agarras desprevenido”.
Nada tiene que ver con que los haya interrumpido a media jornada laboral, para ponerlos a filosofar, creo más bien que tiene que ver con el concepto mismo de felicidad que nos obliga a hacer una reflexión más o menos profunda sobre lo que es ser feliz y cómo podemos lograrlo.
Me di cuenta de que el concepto de felicidad no es evidente inmediatamente, sino que definirlo requiere introspección y requiere también un conocimiento empírico sobre el cual hacer conjeturas, sin ser experto filósofo.
Otro detalle que encontré es que las personas a las que encuesté coinciden más o menos, de bote pronto, en dar un concepto sobre la felicidad que versa sobre la paz interior, es decir, el estar bien con uno mismo, con la familia y con Dios.
La muestra fue muy pequeña (pequeñísima) y no vale para sacar conclusiones, fue más bien un pretexto para enforcar este escrito sobre la felicidad, aunque en principio la respuesta que encontré se acerca mucho al concepto filosófico de la felicidad que podríamos definir como la posesión y disfrute del bien absoluto.

Pero, ¿qué es la felicidad?
Decimos que la felicidad es la causa final del hombre, puesto que nuestra naturaleza racional determina que somos y que podemos ser, es decir, nos marca un rumbo y un sentido de vida que se dirige determinadamente al bien.
Podemos decir que la felicidad es la paz interior que te da el saber que cumples con tu deber, y este sentido, mis encuestados le dan en el clavo con sus ideas espontáneas.
La paz interior se entiende como serenidad, complacencia, tranquilidad en el orden justo (Sto. Tomas).
Aunque generalmente se entiende felicidad como alegría, eso es incorrecto ya que la alegría es momentánea y es además una pasión, mientras que la tranquilidad es una constante, un modo de ser, es trabajar.
Más aún, la felicidad depende del conocimiento del bien y de la búsqueda de ese bien.
Ser feliz no implica ausencia de problemas, ya que la vida es una constante lucha con el mundo que nos rodea, sino que ser feliz es amar lo que hacemos en medio del mundo, con el mundo, y aun en contra del mundo, pues la paz interior eleva nuestra capacidad para lidiar con los problemas de la vida.
Reforzando la idea, la felicidad subjetiva no depende de nada exterior, es un hecho meramente interior, casi podría decir que es una decisión de permanecer unidos al bien.

Conoce para ser feliz
El conocimiento es el fundamento de la felicidad, puesto que para alcanzar el bien, tenemos que saber dónde está y qué es, por lo cual si nuestro conocimiento es deficiente o errado, buscamos un “bien aparente” que nos lleva a la felicidad momentánea y parcial, o a la pura alegría pasajera. Podemos decir que el éxito es hacer lo quieres hacer pero bien hecho, con paz interior, aunque la felicidad absoluta no es posible en esta vida, ya que el bien absoluto es Dios y sólo es asequible en la eternidad.
Ahora bien, ¿cómo podemos ser felices en esta vida?
Habría que partir de nuestra naturaleza: Como animales racionales, tenemos dos apetitos, el sensible, que va encaminado al bienestar del cuerpo y el apetito intelectual, que es la voluntad o la tendencia del alma al bien.
El deber ser (el fin) es la perfección del hombre en todas sus potencias, espirituales, corporales e incluso vegetativas, así pues, las potencias intelectivas del ser humano se perfeccionan utilizándolas, conociendo y amando, mientras que las potencias sensitivas se perfeccionan a través de la virtud. El hombre virtuoso es un hombre feliz (Aristóteles).
La virtud no es un medio para alcanzar la felicidad, sino un deber de naturaleza.
Las virtudes principales de que disponemos para alcanzar nuestro perfeccionamiento y consecuentemente nuestra felicidad son cuatro: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza.
La prudencia es la recta razón en el obrar, es regirse por la inteligencia, pensar antes de actuar y antes de decidir. Analizar las implicaciones de nuestros actos. Es usar nuestro primer acto de operación (la razón), dominando las pasiones. Siendo prudente es más fácil practicar la justicia, la fortaleza y la templanza.
La justicia es completamente de orden social. Es dar a cada quien lo que le corresponda. Debemos hacernos justicia a nosotros mismos, amándonos y dándonos lo que nos merecemos.
Fortaleza es enardecer la voluntad para alcanzar el bien. Esta es la base del éxito, pues implica soportar y arremeter en la luchar contra la mediocridad, pero también contra la terquedad.
La templanza es el dominio del placer. Hay que ser dueños del placer y no esclavos. Se refiere específicamente al sexo, al comer y el beber, que son los tres placeres que más esclavizan al hombre. (Se incluyen las drogas, el alcohol, el cigarro, las apuestas, etc.).
Todas estas virtudes se derivan de nuestra naturaleza, así pues, cuando vamos contra la naturaleza (o contra estas virtudes) nos rebajamos y vamos contra el fin que nos marca dicha naturaleza y en consecuencia, perdemos el sentido de vida y al final somos infelices, profundamente infelices.
En la actualidad hay muchas tendencias ideológicas que afirman que el hombre no es libre, o bien, que es libre y puede actuar incluso contra su naturaleza.
Estas formas de pensar llevadas a la acción son la fuente del malestar generalizado de la sociedad, que se refleja en el incremento de violencia de todo género (intrafamiliar, interpersonal, crimen organizado, conflictos bélicos, violencia de ficción, hambre, pobreza, exterminios raciales, abortos, etc., etc.) y en la desesperación existencial, como la de los famosos “emos” y tribus anexas, conexas y similares, dignos practicantes ingenuos del nihilismo.El tema de la felicidad es demasiado profundo y dar para mucho más, pero por el momento, aquí le dejamos. Sean felices, sean virtuosos.

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