martes, 25 de agosto de 2009

La persona humana

El ser humano es una persona que se distingue de la persona divina y la persona angélica.
Persona nos hace referencia a dignidad, que quiere decir más o menos valor (Persona viene de prosopon en griego, que significa careta).
Agustín Basave dice que el hombre es más que un ente, es un sobre-ente, que significa ser persona.

Las notas que definen a la persona:
1.- Tiene intimidad, es decir tiene un yo interior.
Existen operaciones inmanentes y operaciones trascendentes.
Las operaciones inmanentes comienzan y terminan en el agente.
Las operaciones trascendentes son aquellas que empiezan en el agente, pero terminan en un paciente.
La intimidad tiene que ver con las operaciones inmanentes. Es el área de mí ser al que sólo yo y Dios tenemos acceso.
Los seres humanos somos seres enclaustrados.
Hay un mundo interior en cada uno de nosotros, somos un microcosmos.
Somos individuales.
Existe en este mundo interior la dinámica por la cual cambiamos, aunque permanecemos los mismos sustancialmente.
De la consideración del microcosmos se puede llegar a la valoración de la persona como alguien especial e interesante.
La creatividad surge del mundo interior de cada persona y así se crea la cultura.
“La creatividad es organizar la realidad para generar un producto que antes no existía”.
La intimidad es el origen de la privacidad.
El nombre juega un papel importante en la intimidad, porque el nombre identifica las características individuales.
La intimidad es nuestro fuerte, nuestra fortaleza, en la que sólo Dios y yo podemos penetrar.

2.- La manifestación. Soy intimidad, pero tengo que manifestarla porque soy también cuerpo.
Nos vamos a manifestar primeramente a través del lenguaje. Somos seres dialógicos, según Basave.
No podemos no comunicarnos.
Comunicar es donar, es participar. Por el medio que más compartimos es a través de la mirada, por eso cuando hay enojo con el otro, le negamos la vista.
La intimidad la reclamamos para el alma, pero también es para el cuerpo y por eso nos vestimos. Nos vestimos contra el clima, pero la principal es por la intimidad y además porque necesitamos identificarnos y diferenciarnos de los demás.
Cuando dejamos que se descubra nuestra intimidad nos causa vergüenza.

3.- Donación o el dar. Esta nota nos hace capaces del amor. De darnos a los demás.

PERSONA es substancia individua de naturaleza racional dotada de libertad, autoconciencia, voluntad y un fin propio.
Es individua por razón de la intimidad.
Nuestro primer principio operativo es la inteligencia, eso significa que es de naturaleza racional.
La autoconciencia te permite manifestarte. La voluntad es la tendencia para el bien de la persona. El fin propio es la felicidad. La libertad es la capacidad de autodeterminarse para alcanzar la felicidad.

lunes, 24 de agosto de 2009

La dimensión social del hombre

Para ser felices, tenemos que estar en el camino de la perfección, es decir, si no me actualizo como ser humano, nunca voy a ser feliz. Nuestras potencias tienen que actualizarse para que nuestra naturaleza no se frustre.
La perfección es la virtud (el bien obrar), porque a través de estas se actualizan nuestras potencias intelectuales y sensibles.
Con la prudencia, la fortaleza y la templanza estoy bien conmigo mismo y con la justicia estoy bien con los demás. La prudencia es utilizar bien nuestro intelecto para hacer las mejores elecciones.
“El hombre virtuoso es el hombre feliz”, Aristóteles.
El ser humano por naturaleza es social. De otra manera no puede llegar a la perfección.
“El que no puede vivir en comunidad o no necesita nada porque es autosuficiente o no es miembro de la sociedad, sino una bestia o un dios”. Aristóteles.
Nuestra esencia está encerrada, somos seres enclaustrados, aunque somos también seres abiertos en cuanto necesitamos a los demás para coexistir, somos paradójicos.
Necesitamos a los demás, no sólo en lo básico, sino en todo, los necesitamos en todo, todo, todo.
Necesitamos la sociedad para perfeccionarnos y para que nos enseñe a ser felices.
Las relaciones interpersonales no son accidentes de los que podamos prescindir. Las personas con las que nos relacionamos son accidentales, no así las relaciones mismas.
Cuando hablamos de sociedad, de política y de ciudad, hablamos de lo mismo, porque todo tiene que ver con el bien común.
El fin de la sociedad, según Aristóteles, es que cada persona sea feliz. Es más importante el individuo que la sociedad en su totalidad. La sociedad es un ente accidental, conformado con entes individuales, no necesariamente compuesta por las personas que la forman.
Los bienes de la vida social son: La justicia, el respeto a la ley, la seguridad, la educación y los valores.

El contrato social
En el siglo XVII y XVIII surgen ideas contrarias, como las de Juan Jacobo Rosseau, que escribió el Contrato social, quien afirma que el ser humano no es social por naturaleza, sino que se asoció por cuestiones de seguridad para defenderse de los animales y de otros hombres, perdiendo libertad a cambio de la seguridad.
Otro autor que niega la naturaleza de la sociedad es Tomás Hobbes que afirma que en el ser humano, la única naturaleza es el instinto de conservación y por eso se reune para poder defenderse de los demás, por lo tanto se fundaron ciudades organizadas para proteger a la especie.
John Locke afirma que el ser humano es una criatura de Dios y por lo tanto está obligado a conservar la vida que Dios le dio, porque no es suya, pero además tiene que cuidar la vida de los demás, pero resulta que el hombre puede o no cumplir con este deber de conservar la vida, por lo tanto hay que reunirnos en ciudades con una autoridad que garantice el cumplimiento de este deber.
Esta posibilidad es una carencia de la naturaleza, por lo cual es necesario el contrato social.
Para los tres filósofos mencionados, el contrato social es una conveniencia, no derivada de la naturaleza misma del hombre.
Las consecuencias de estos pensamientos se pueden sintetizar en que la libertad hoy es un poder del individuo, mi derecho termina donde empieza los derechos del vecino, pero esto engendra el egoísmo, individualismo, en una sociedad donde cada persona es una isla, donde se privilegia lo privado sobre los social en exceso, sin mayor interés en el bienestar común.

Dentro del mundo social hay otra división:
- Sexualidad
- Matrimonio
- Familia
Cuando hablamos de sexualidad nos referimos al género de las personas, la sexualidad trasciende al cuerpo, el ser completo es hombre o es mujer.
Hombre y mujer son complementarios y sólo de su unión depende la pervivencia de la especie por la generación de la prole.
Y parte de un enamoramiento que es donación. Cuando se obvia esta donación y se va por sólo el sexo, descendemos al nivel de los animales irracionales, siguiendo sólo los instintos.
El matrimonio debe permanecer porque la prole necesita de los padres, no sólo para las cuestiones materiales, sino para la educación de los hijos que dura toda la vida, obligación que nunca cesa, además como matrimonio es el modelo ejemplar de los hijos.
También debe permanecer porque la pareja es un apoyo fundamental para alcanzar el fin último que es la felicidad.
Matrimonio más la prole, igual a la familia. La familia tiene su función social, debe ser una familia virtuosa. Es obligación del matrimonio educar a los hijos para que ayuden a cumplir el fin de la sociedad. Por ello la formación es de vital importancia.

Crecimiento de la persona

Tenemos que saber qué somos para ver a dónde vamos.
Crecer es expandirse.
Crecimiento = Desarrollo de todas las facultades.
Si hay que ponderar alguna facultad, que sean las facultades espirituales a las que se les dé mayor importancia sobre las facultades sensibles.
Tenemos que formar hábitos, que son comportamientos repetidos de manera subconciente. Funcionamos a través de hábitos que son disposiciones que facilitan el obrar.
Tenemos hábitos buenos y malos. Los buenos se llaman virtudes y los malos, vicios.
El crecimiento es eliminar los malos hábitos o vicios. Los vicios son aquellos hábitos que nos alejan de la racionalidad. Los vicios son del cuerpo, pero también del espíritu. Vicios del cuerpo son: fumar, el alcohol, la droga, comida en exceso, el sexo desmedido.
Vicios espirituales son: La mediocridad, la pereza, la pusilinamidad, la mentira, la ignorancia culpable, la soberbia, entre otros muchos.
Los vicios también nos alejan de la felicidad, porque nos apartan del camino del bien y nos quitan la paz interior y finalmente nos alejan del fin último que es Dios.
Los hábitos se forman a través de la educación en valores y comienza en la familia, desde el nacimiento hasta la muerte; luego entonces la educación es un proceso únicamente aplicable al ser humano.

Valores y virtudes
Los valores son las cualidades de las cosas, de los entes, por el sólo hecho de ser, el ente es valioso. En la cosa está el fundamento del valor y en el sujeto está el apetito que descubre el valor de la cosa.
El sujeto es también creador de valor, pues da valor a muchas cosas que quizás no lo tengan objetivamente.
Los valores no existen separados de las cosas. Las virtudes son los valores encarnados, en cuanto las personas hacen suyos los valores y actuan con conforme a ellos y se convierten en una vivencia.
La virtud es un hábito bueno que perfecciona y nos hace caer dentro de nuestra naturaleza racional. Los hábitos se forman por la repetición, son muy difíciles de formar y también de remover, aunque los malos hábitos se forman fácilmente. Una vez formado el buen hábito, resulta placentero.

Virtudes cardinales o hábitos operativos

Prudencia.- Es la recta razón en el obrar, tenemos que pensar antes de actuar, hablar y de tomar decisiones. Todo lo que hacemos tiene consecuencias. Tomar decisiones es muy difícil y lo mejor es tomar consejo de los expertos y de los prudentes. Tenemos que reflexionar y analizar la conveniencia, si es bueno o malo, para luego actuar.
Cuando no se toma consejo, se cae en la precipitación y cuando se toma consejo, pero no se toma en cuenta, se cae en la inconsideración, y si no se toma acción se cae en la incosistencia.

Justicia.- Es de carácter netamente social y se trata de dar a cada quien lo que le corresponde, ni más ni menos. Si da más es generosidad y da de menos es injusticia.
La justicia comienza con uno mismo, por ejemplo, la conservación de la propia vida, debemos amarnos, luchar por nuestro perfeccionamiento como persona porque en esa medida vamos a ser más felices.
La justicia para nuestra familia implica amor, respeto, tiempo, educación, fidelidad, implica valoración de nuestros parientes más cercanos. Reconocer que los amamos y expresar ese sentimiento. De nada sirve estar en la casa en calidad de bulto, viendo la tele, sin compartir. La justicia para el prójimo es caridad, respeto, amabilidad, reconocer la dignidad de los demás, ser generosos, dar hasta que duela, la única forma de ser generoso es abrir la mano.
A los padres les debemos, amor, reverencia, comprensión, etc.
Para Dios, nuestro deber es sumisión: Amor, obediencia, aceptación.

Fortaleza.- Robustecer la voluntad. Es el ingrediente principal del éxito. Consiste en resistir y emprender. Resistir los problemas de la vida. La paciencia y la magnanimidad, la magnificencia, la perseverancia, la constancia, entre otras, forman parte de la fortaleza y sus vicios opuestos son la inconstancia, la no perseverancia, la inconstancia, la pusilinamidad, la mediocridad, la impaciencia, la tacañería.
Emprender implica proyectar grandes obras.

Templanza.- Es la virtud que modera todos los placeres: comer, beber, sexo, etc. Se refiere a los placeres sensibles del tacto y del gusto.

La voluntad

Es una facultad espiritual, es un apetito o tendencia hacia el bien concebido por la inteligencia.
Para tender a un bien, necesariamente tenemos que conocer el bien como tal.
Cuando hablamos de apetito, hablamos de amor, que en este caso es lo mismo que querer.
El objeto de la voluntad es el bien aprehendido. Esto significa que:
A).- La Voluntad no tiene un órgano, ya que es una facultad espiritual que reside en el alma. Sabemos que es una facultad espiritual por la capacidad de reflexión, es decir, porque queremos querer.
B).- Necesitamos conocer el Bien para quererlo. Nadie ama lo que no conoce.
C).- Nadie quiere el mal. La voluntad no es libre en cuanto a su objeto. Somos esclavos en querer el BIEN ABSOLUTO e INFINITO que es DIOS.
Dios es el Bien Objetivo
Felicidad es el Bien Subjetivo
La Voluntad es la base de los otros actos humanos. Todo lo que se haga (o mucho) irá movido por la voluntad.

Relación entre la Voluntad y la Inteligencia
La inteligencia tiende al bien abstracto, mientras la voluntad tiende al bien concreto.
Santo Tomás dice que la inteligencia es superior que la voluntad en cuanto a facultad, pero en cuanto a sus objetos:
- Si el objeto es inferior al alma, más vale conocer que querer y así es superior la inteligencia.
- Si el objeto es superior al alma, más vale amar que conocer y en este sentido es superior la voluntad.
- Si el objeto es igual ontológicamente al alma, lo mejor es amar que conocer.
Entre la inteligencia y la voluntad se da un círculo, porque entre más conoce el alma, más ama lo que conoce y más lo quiere conocer.

La libertad

¿Es libre el hombre? Si sí, ¿qué tanto?
La voluntad está determinada al bien, por lo tanto no es absolutamente libre. La voluntad siempre va a querer el bien, pero es libre para elegir los medios para alcanzar el bien. No estamos obligados a elegir los medios, pero siempre buscamos el bien, incluso aunque sea bien aparente.
La libertad es una modalidad de la voluntad, es decir, es un modo de ser, por lo tanto la libertad radica en la voluntad, mientras que la espiritualidad es la raíz de la libertad, ya que es un modo de ser de la voluntad.
Para ser libres, necesitamos tener conciencia. La pura materia sin conciencia no es libre, está condicionada por su naturaleza.
Tenemos varias manifestaciones de la libertad: Libertad psicológica, física (movimiento), de expresión, etc. y toda ellas radican en la voluntad.
La libertad psicológica no puede ser coartada sino sólo por enfermedad.
Por conciencia sabemos que somos libres, cada elección que hacemos nos grita nuestra libertad, mientras que nuestra moralidad nos señala que hay leyes que se deben cumplir pero que se asumen o no libremente, ambas circunstancias son argumentos que demuestran nuestra libertad.
Hay corrientes filosóficas denominados determinismo, algunas tienen algo de razón pero la mayoría se equivocan al negar la libertad del hombre y afirmar que su conducta y pensamiento humano están determinados por una cadena de causa-efecto.
Si realmente nuestro pensamiento y nuestras acciones estuvieran determinados, no habría responsabilidad de nuestros actos, lo que nos lleva a…
1.- Determinismo biológico: Robert Dawkins, afirma que al final lo importante son nuestros genes que son inteligentes, y al final no importa el individuo, sino que al final lo que importa es que sobreviva el gen.
Entre los deterministas biológicos están los que consideran al temperamento como el factor que determina nuestras acciones de manera absoluta.
En ambas posturas, hay algo de verdad, ya que si tenemos algunas características superiores por cuestión genética.
2.- Determinismo teológico, sostenido por los calvinistas, que afirman que si Dios sabe desde siempre los que vas a hacer, entonces no hay libertad, porque entonces Dios sería la causas de las acciones.
3.- Determinismo psicológico, sostiene que los que nos pase en la infancia nos va a determinar para nuestras acciones del futuro. Nuestro accionar dependerá entonces de nuestra educación, pero principalmente de nuestro inconsciente que se analiza a través del psicoanálisis (Freud).
4.- Determinismo Social que enseña que las personas repiten las acciones que aprende en la sociedad donde crecen.

¿Qué tan libres somos?
No somos absolutamente libres, porque no somos causa de nosotros mismos.
Tenemos limitaciones psicológicas, físicas y morales. Hay cosas que aunque queramos no podemos hacer o dejar de hacer. Nuestras facultades motoras son limitadas.
En cuanto a lo psicológico no podemos conocer y quererlo todo y en cuanto a la libertad moral hay acciones que sabemos que están mal y aunque las hagamos nunca serán buenas.
Tenemos limitación ontológica, ya que mi esencia va a limitar mi naturaleza. Somos seres finitos, con naturaleza determinada, pero de cualquier forma somos libres y esa libertad nos alcanza para alcanzar el fin y para autodeterminarnos.

Felicidad como paz interior

Le estuve dando vueltas durante varios días al asunto de cómo encarar un escrito que hablase sobre la felicidad, sin decidirme a nada, hasta que se me ocurrió hacer una pequeña encuesta de salida, esas que están de moda, para ver qué concepto tiene la gente sobre lo que es la felicidad.
Lo primero que encontré es que a la gente le pasó lo que a mí a la hora de pensar en desarrollar este artículo: Se quedaron “pasmados” ante la pregunta ¿para ti que es la felicidad?
Salvo un filosofo, que no me acordaba que era filósofo (o al menos, egresado de la Licenciatura de Filosofía) que me contestó a boca de jarro con una definición de esas que se aprenden de machete, todas las demás personas se sintieron perplejas sobre el punto en cuestión y de entrada la respuesta general fue un silencio o el clásico “me agarras desprevenido”.
Nada tiene que ver con que los haya interrumpido a media jornada laboral, para ponerlos a filosofar, creo más bien que tiene que ver con el concepto mismo de felicidad que nos obliga a hacer una reflexión más o menos profunda sobre lo que es ser feliz y cómo podemos lograrlo.
Me di cuenta de que el concepto de felicidad no es evidente inmediatamente, sino que definirlo requiere introspección y requiere también un conocimiento empírico sobre el cual hacer conjeturas, sin ser experto filósofo.
Otro detalle que encontré es que las personas a las que encuesté coinciden más o menos, de bote pronto, en dar un concepto sobre la felicidad que versa sobre la paz interior, es decir, el estar bien con uno mismo, con la familia y con Dios.
La muestra fue muy pequeña (pequeñísima) y no vale para sacar conclusiones, fue más bien un pretexto para enforcar este escrito sobre la felicidad, aunque en principio la respuesta que encontré se acerca mucho al concepto filosófico de la felicidad que podríamos definir como la posesión y disfrute del bien absoluto.

Pero, ¿qué es la felicidad?
Decimos que la felicidad es la causa final del hombre, puesto que nuestra naturaleza racional determina que somos y que podemos ser, es decir, nos marca un rumbo y un sentido de vida que se dirige determinadamente al bien.
Podemos decir que la felicidad es la paz interior que te da el saber que cumples con tu deber, y este sentido, mis encuestados le dan en el clavo con sus ideas espontáneas.
La paz interior se entiende como serenidad, complacencia, tranquilidad en el orden justo (Sto. Tomas).
Aunque generalmente se entiende felicidad como alegría, eso es incorrecto ya que la alegría es momentánea y es además una pasión, mientras que la tranquilidad es una constante, un modo de ser, es trabajar.
Más aún, la felicidad depende del conocimiento del bien y de la búsqueda de ese bien.
Ser feliz no implica ausencia de problemas, ya que la vida es una constante lucha con el mundo que nos rodea, sino que ser feliz es amar lo que hacemos en medio del mundo, con el mundo, y aun en contra del mundo, pues la paz interior eleva nuestra capacidad para lidiar con los problemas de la vida.
Reforzando la idea, la felicidad subjetiva no depende de nada exterior, es un hecho meramente interior, casi podría decir que es una decisión de permanecer unidos al bien.

Conoce para ser feliz
El conocimiento es el fundamento de la felicidad, puesto que para alcanzar el bien, tenemos que saber dónde está y qué es, por lo cual si nuestro conocimiento es deficiente o errado, buscamos un “bien aparente” que nos lleva a la felicidad momentánea y parcial, o a la pura alegría pasajera. Podemos decir que el éxito es hacer lo quieres hacer pero bien hecho, con paz interior, aunque la felicidad absoluta no es posible en esta vida, ya que el bien absoluto es Dios y sólo es asequible en la eternidad.
Ahora bien, ¿cómo podemos ser felices en esta vida?
Habría que partir de nuestra naturaleza: Como animales racionales, tenemos dos apetitos, el sensible, que va encaminado al bienestar del cuerpo y el apetito intelectual, que es la voluntad o la tendencia del alma al bien.
El deber ser (el fin) es la perfección del hombre en todas sus potencias, espirituales, corporales e incluso vegetativas, así pues, las potencias intelectivas del ser humano se perfeccionan utilizándolas, conociendo y amando, mientras que las potencias sensitivas se perfeccionan a través de la virtud. El hombre virtuoso es un hombre feliz (Aristóteles).
La virtud no es un medio para alcanzar la felicidad, sino un deber de naturaleza.
Las virtudes principales de que disponemos para alcanzar nuestro perfeccionamiento y consecuentemente nuestra felicidad son cuatro: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza.
La prudencia es la recta razón en el obrar, es regirse por la inteligencia, pensar antes de actuar y antes de decidir. Analizar las implicaciones de nuestros actos. Es usar nuestro primer acto de operación (la razón), dominando las pasiones. Siendo prudente es más fácil practicar la justicia, la fortaleza y la templanza.
La justicia es completamente de orden social. Es dar a cada quien lo que le corresponda. Debemos hacernos justicia a nosotros mismos, amándonos y dándonos lo que nos merecemos.
Fortaleza es enardecer la voluntad para alcanzar el bien. Esta es la base del éxito, pues implica soportar y arremeter en la luchar contra la mediocridad, pero también contra la terquedad.
La templanza es el dominio del placer. Hay que ser dueños del placer y no esclavos. Se refiere específicamente al sexo, al comer y el beber, que son los tres placeres que más esclavizan al hombre. (Se incluyen las drogas, el alcohol, el cigarro, las apuestas, etc.).
Todas estas virtudes se derivan de nuestra naturaleza, así pues, cuando vamos contra la naturaleza (o contra estas virtudes) nos rebajamos y vamos contra el fin que nos marca dicha naturaleza y en consecuencia, perdemos el sentido de vida y al final somos infelices, profundamente infelices.
En la actualidad hay muchas tendencias ideológicas que afirman que el hombre no es libre, o bien, que es libre y puede actuar incluso contra su naturaleza.
Estas formas de pensar llevadas a la acción son la fuente del malestar generalizado de la sociedad, que se refleja en el incremento de violencia de todo género (intrafamiliar, interpersonal, crimen organizado, conflictos bélicos, violencia de ficción, hambre, pobreza, exterminios raciales, abortos, etc., etc.) y en la desesperación existencial, como la de los famosos “emos” y tribus anexas, conexas y similares, dignos practicantes ingenuos del nihilismo.El tema de la felicidad es demasiado profundo y dar para mucho más, pero por el momento, aquí le dejamos. Sean felices, sean virtuosos.

Ensayo: Liderazgo en la familia

Introducción
En el entorno caótico como el que nos ha tocado vivir en las últimas décadas del siglo XX y la primera del siglo XXI, es común escuchar de crisis en todos los órdenes de la actividad humana, ya se trate de crisis económica, de la ambiental, la pobreza, la hambruna, las enfermedades, la violencia en sus distintos niveles, desde la intrafamiliar hasta guerras fratricidas, pasando por abortos, narcotráfico, secuestros, fraudes, todos estos fenómenos destructivos que pueden sintetizarse en la llamada crisis de valores y más precisamente en una auténtica crisis de fe[1], entendida ésta como el abandono más o menos conciente del conjunto de verdades fundamentales que dan sentido a la vida misma.
En este contexto, la familia, célula básica de la sociedad humana, también se encuentra en crisis, sometida a presiones externas (pro-gays, pro-divorcio, pro-aborto) e internas (violencia intrafamiliar, infidelidad, promiscuidad, machismo, feminismo, hedonismo, egoísmo y muchos ismos más) que la han ido desplazando del centro neurálgico de la actividad humana para dejarla como un mero accidente marginal, cuya influencia benéfica cada vez es menor.
Como digo, creo que radicalmente se trata de una crisis de fe y entiendo que la solución de éste y los demás problemas que menciono se deben buscar precisamente en el ámbito de la fe, sin embargo, el objetivo de este ensayo no es analizar la problemática desde ese punto de vista, sino plantear al menos una opción racional[2] que nos ayude a preservar esa institución fundamental que es la familia frente a tantas amenazas.
Se plantea el liderazgo como una herramienta básica para lograr un cambio que fortalezca a la familia, pues como dice Alfonso Siliceo Aguilar, “los ámbitos de mayor impacto en nuestra vida … dependen de las decisiones que tomen aquellos a quienes llamamos líderes”[3].
Es necesario pues que los padres de familia (hombre y mujer por igual) asuman el liderazgo de la institución humana más importante, no sólo que ejerzan poder en el seno familiar, sino que cumplan con todas las funciones que caracterizan al verdadero liderazgo para dar sustento a una sociedad mejor que cumpla con el perfeccionamiento de los individuos.
Coloquialmente hablamos de “jefes de familia”, pero necesitamos cambiar nuestra visión del papel que juegan los progenitores o quienes estén al frente de la célula familiar para entender que no es suficiente con que sean “jefes”, sino que necesitan visualizarse como líderes efectivos de su familia. Veremos las diferencias entre ser jefe y ser líder, así como cuáles son las actitudes, habilidades, valores y cualidades que como líderes deben tener y ejercer.

Conceptos básicos
El diccionario Espasa Calpe define la familia como el grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas o en lugares diferentes, y especialmente el formado por el matrimonio y los hijos.
En este escrito nos referimos principalmente a la familia entendida estrictamente como la formada por el matrimonio y los hijos, a la que consideramos el núcleo básico de la sociedad humana de todos los tiempos, aunque lo que digamos para ella puede y debe aplicarse para otros grupos de personas con relaciones familiares diversas (primos, tíos, abuelos, parientes políticos, etc.) pero que viven en común y en las que siempre hay una figura de autoridad. Usaremos solamente, por simplificar, el término padre (como singular de padres) para referirnos tanto al papá como a la mamá indistintamente, pues el liderazgo recae tanto en el hombre como en la mujer integrantes de matrimonio.
Siguiendo a Aníbal Basurto Amparano, en su libro Sistema Empresa Inteligente, entendemos el liderazgo como la capacidad de la persona humana para definir cómo debería ser el futuro y compartir esa visión con sus seguidores a los que inspira para lograrla, a pesar de los obstáculos.[4]
El liderazgo puede ser visto como capacidad o potencia, que es como lo anotamos en el parágrafo precedente, pero también se puede concebir como acción, ya que el líder lo es sólo en cuanto tiene seguidores. Esta relación líder-seguidor es el verdadero motor del liderazgo.[5]
Es evidente entonces, que la familia como institución humana tiene los elementos suficientes para que en ella se dé la relación líder-seguidor, junto con el ejercicio de todas las acciones que distinguen a los verdaderos líderes.
De hecho la literatura revisada siempre habla del liderazgo en la familia, pero sin llegar a profundizar en el tema.

Modelo de liderazgo
Liderazgo providencial es un concepto desarrollado como base del Sistema Empresa Inteligente por Aníbal Basurto y se refiere a aquel en el cual “el dirigente de la organización siente una sincera preocupación por las personas que dirige, a las que sirve pronta y generosamente, procurando siempre que crezcan como personas y profesionales”[6].
Según Basurto Amparano, este tipo de liderazgo providencial tiene como motivación un amor patriótico (patria=lugar común de los padres) pues, siguiendo al filósofo Giovanni Papinni, lo considera como el amor más puro que existe, en comparación con otros amores como el fraternal, el filial, el conyugal o el amor de amistad (entre amigos)[7].
Así pues, si este tipo de motivación sirve para establecer un liderazgo providencial efectivo en las organizaciones profesionales, es evidente que debe ser con más razón el soporte para crear un liderazgo providencial en las familias, donde se da naturalmente dicho amor patriótico o amor de padre por sus hijos.
Este liderazgo providencial es equiparable al que propone Alfonso Siliceo Aguilar en su libro Liderazgo: el don del servicio, pues ambos parten de considerar al amor como sinónimo de servir y al liderazgo como la máxima expresión del servicio.

Cómo debe ser el padre líder
El perfil que los padres tienen que buscar cumplir para ser auténticos líderes de su familia consta de varias conductas y cualidades que se pueden agrupar en tres categorías: De actitud, de inspiración y de interrelación[8].
Siliceo Aguilar agrupa como actitudes la generosidad, por la cual el líder se da enteramente por el bien de sus hijos y su cónyuge; la valentía, con la que afronta todos los riesgos y peligros que se derivan de ser la cabeza de familia; la convicción o creencia firme en el futuro y en el valor de las personas; la sabiduría, que es el resultado de constante estudio de la realidad que nos rodea y de la experiencia que convergen en “la integración armónica y equilibrada de las inteligencias emocional y racional”[9].
Las cualidades de inspiración que un líder debe tener son la motivación, que nace de tener claro cual es la meta que se persigue, para sí y para los integrantes de la familia; pasión, que es una fuerza interior que nos permite hacer las cosas sin medias tintas, es decir al 100%, con entrega; congruencia que es la correspondencia exacta entre lo que pensamos y lo que hacemos; de donde nace la credibilidad y la integridad, que “consiste en tener el valor y la disciplina de vivir de acuerdo con nuestras convicciones y principios más profundos, aun frente a las situaciones más difíciles” y por último la fe y esperanza, por la cual el líder cree y espera un futuro mejor.
Las cualidades de interrelación del líder son la disposición y presencia, o sea estar ahí cuando la familia lo necesita; la comunicación, que es compartir, no sólo tiempo, sino ideas y valores; capacidad de escuchar, es fundamental para poder comunicarse efectivamente; convencimiento y negociación, que también se derivan de la comunicación pues tienen que con la capacidad lograr adhesión y encontrar puntos de mutuo beneficio que sirvan de impulso para avanzar en el perfeccionamiento de la familia.

¿Jefes o líderes de familia?
Hacer una distinción clara y precisa entre estos dos conceptos, líder y jefe, que tienden a confundirse en el lenguaje común, es de vital importancia para el buen funcionamiento de las organizaciones humanas, en este caso para la familia.
Y la razón es de peso, pues la diferencia entre los líderes y los jefes es radical y efectiva, en cuanto el liderazgo y la jefatura proceden de raíces diferentes y generan efectos diversos.
El padre de familia naturalmente (radicalmente) es el jefe de familia por su posición dentro de la organización, mientras que desgraciadamente no siempre se desempeña como líder, aunque debe aspirar a convertirse en uno, en base a su autoridad moral, por sus propios méritos y por la influencia benéfica que debe ejercer sobre sus seguidores (sus hijos y su cónyuge).
Puede ser, y en muchas ocasiones lo es, que el padre sea también el líder y cuando es así sabe ejercer mejor que nadie el poder formal de que goza para el beneficio de la familia.
¿Como podemos saber si sólo somos jefes de familia, sin ser líderes? Basurto Amparano explica algunas características que distinguen un rol del otro, por ejemplo que el “jefazo” ignora lo que significa dirigir, a lo más se limita a mandar.
Hay que apuntar que entre dirigir y mandar existe el conocimiento: el que dirige sabe cómo se tienen que hacer las cosas y es un apoyo efectivo para quien las tiene que hacer; mientras que al que manda no le importa cómo se hagan, sólo espera resultados, sin poner nada de su parte para que se cumplan los objetivos señalados.
En contraposición, dice Basurto Amparano, el líder es guía de su equipo (léase familia), aguanta con paciencia el proceso de aprendizaje de sus seguidores, es en realidad un maestro, más exactamente un líder maestro.
Por ejemplo, el simple jefe de familia exige buen rendimiento escolar, pero no se tomará la molestia de ayudar a sus hijos a estudiar o a hacer tareas, mientras que el padre de familia que se asume como líder, estará ahí, codo con codo, para guiar a sus hijos, asesorarlos y lo que es más importante, formarlos como buenos estudiantes y buenas personas.

Trato y relación
Otra diferencia fundamental entre el líder y el “jefazo” que analiza Aníbal Basurto, está en el trato y las relaciones humanas que entablan con los integrantes de su familia.
El padre líder es sencillo, gentil, pronto, de gran aproximación con las personas en general y cuantimás con sus hijos y cónyuge, y es así porque tiene una autoestima sana, gracias a un cierto nivel de sabiduría que ha ganado con todo el conocimiento acumulado solícitamente a lo largo de su vida, mientras el “jefazo” es frecuentemente un ignorante del comportamiento humano, lo que lo vuelve un insensible, déspota y soberbio con sus hijos y esposa (o).
El “jefazo” tiene problemas de autoestima que manifiesta pintando su raya al exigir respeto exagerado[10], y además se mantiene distante de los demás integrantes de su familia para evitar que vean sus lados flacos, por miedo a perder su “poder”.
Con el padre líder, el trato es fino, suave, es fácil hacerle ver cuando se equivoca, porque es humilde, conocedor de la naturaleza humana y no se hace ilusiones de ser perfecto, además de que es clemente con las fallas y deficiencias naturales de sus vástagos, sin ser complaciente.
Con el “jefazo”, para los hijos o su cónyuge es punto menos que imposible hacerle ver sus yerros, aunque el “jefazo” también tiene un trato suave y fino, pero sólo con sus jefes laborales, con quien es todo miel sobre hojuelas, y sólo a veces con su familia, para quienes más bien reserva la bota de punta dura.

Servicio
Para el padre líder, la frase “amar es servir”, no es demagogia, es la realidad en que enmarca toda su actividad y por lo tanto trabaja para compartir este paradigma con su familia y para orientarlos a que aprendan a servirse entre sí y a las personas que los rodean, sobre todo trabaja dando ejemplo, sirviendo a todos.
Para el “jefazo”, la palabra servir sólo tiene sentido cuando es servil con sus “jefazos” o si el mismo se sirve con la cuchara grande o cuando espera que todos en la casa lo sirvan como al amo y señor, en cualquier otro contexto dicha palabra carece de significado.

Visión y trascendencia
Aníbal Basurto especifica que mientras el “jefazo” vive enfrascado en el hoy, el líder tiene una visión de futuro.
El “jefazo” de familia frecuentemente se embota con el trabajo cuando ha llegado a su nivel de incompetencia y por ello necesita desesperadamente demostrar que hace algo, por eso su relación con los subordinados, tanto en su trabajo como en su casa, se basa en medir, supervisar, exigir; por su misma ignorancia, no comprende el futuro.
Mientras, el padre líder usa el futuro como motor de la familia, de manera que todo lo que emprende tiene una finalidad hacia delante y tiene como fundamento los valores, el conocimiento, las habilidades y las actitudes que va desarrollando en sus hijos, por lo que sus relaciones con ellos están basadas en el crecimiento personal que van logrando.
Para el “jefazo” de familia, trascendencia es una palabra hueca y podríamos pensar que hasta de carácter oculto, cuyo significado se le escapa, mientras que el padre líder hace que su visión trascienda a través de sus enseñanzas e incluso la hace ir más allá del límite de su propia vida, pues quiere que sus hijos realmente trasciendan en la vida.

Conclusión
Es imperativo entonces que los padres de familia entiendan que la posición de poder formal en que los ha colocado la naturaleza (que los hace jefes de familia) no es suficiente para lograr que su familia alcance la felicidad de cada uno de sus integrantes, sino que ellos deben tomar en sus manos ese poder formal y convertirlo en un liderazgo auténtico que tenga como base el amor y el servicio, así como el ejemplo de una vida enfocada al crecimiento personal de cada integrante de la unidad familiar.
La sociedad necesita líderes íntegros que la saquen de la espiral destructiva que vive y es la familia el lugar idóneo donde debe comenzar la formación de esos líderes, pero primero los padres de familia necesitan trabajar en sí mismos para poder ser a su vez formadores.
Nadie da lo que no tiene, no podemos esperar tener mujeres y hombres de bien que nos guíen como líderes, si primero no nos convertimos a nosotros mismos en mujeres y hombres de bien que formen a sus hijos con esa misma noble finalidad.
[1] Fe se toma aquí como el conjunto de verdades reveladas y por lo tanto sobrenaturales que dan respuesta cumplida a las inquietudes más profundas del ser humano, tales como ¿para qué existimos?, ¿cuál es nuestro destino?, ¿cómo lograr ser feliz?, etc., todas contenidas en la religión. [2] Usamos racional, no en contraposición a la fe, sino como sinónimo de humano (hombre=animal racional).
[3] Siliceo Aguilar Alfonso, Bernardo G.-Angulo Belloc y Fernando Siliceo Fernández. Liderazgo:
el don del servicio. Editorial McGraw-Hill
[4] Basurto Amparano Aníbal. Sistema Empresa Inteligente.
[5] Basurto Amparano, Op. Cit.
[6] Basurto Amparano, Op. Cit.
[7] Cfr. Basurto Amparano, Op. Cit.
[8] Cfr. Siliceo Aguilar, Op. Cit.
[9] Siliceo Aguilar, Op. Cit.
[10] Aunque el respeto de los hijos a los padres nunca será exagerado, el problema es que la baja autoestima del “jefazo” lo hace ser ultrasensible y sobrerreaccionar con cualquier actitud que él considere una “ofensa” o falta de respeto, por mínima que sea, objetivamente hablando.

¿Líder o “jefazo”?

Hacer una distinción clara y precisa entre estos dos conceptos, líder y jefe, que tienden a confundirse en el lenguaje común, es de vital importancia para el buen funcionamiento de las organizaciones humanas, cualquiera que sea su naturaleza y el ámbito en que se desenvuelvan.
Y la razón es de peso, pues la diferencia entre los líderes y los jefes (o “jefazos”, como peyorativamente los denomina el experto Anibal Basurto Amparano en su libro Sistema Empresa Inteligente) es radical y efectiva, en cuanto proceden de raíces diferentes y generan efectos diversos.
El “jefazo”, dice Anibal Basurto, los es (radicalmente) por posición dentro de la organización, es decir, porque es el dueño o es el gerente o tiene algún cargo de poder formal o por nombramiento, mientras el líder lo es por autoridad moral, por sus propios méritos, por la influencia benéfica que ejerce sobre sus seguidores.
Puede ser, y en muchas ocasiones lo es, que el líder también tenga una posición formal de poder, que sabe ejercer mejor que nadie para el beneficio de la organización, aunque a veces no tenga ese poder formal.
Basurto Amparano explica, en su libro antes citado, que el “jefazo” ignora lo que significa dirigir, a lo más se límita a mandar.
Hay que apuntar que entre dirigir y mandar existe el abismo del conocimiento: el que dirige sabe cómo se tienen que hacer las cosas y es un apoyo efectivo para el asociado que las tiene que hacer; mientras que al que manda no le importa cómo se hagan, sólo espera resultados, sin poner nada de su parte para que se cumplan los objetivos señalados.
En contraposición, dice Basurto Amparano, el líder es guía de su equipo, aguanta con paciencia el proceso de aprendizaje de sus seguidores, es en realidad un maestro, más precisamente, un líder maestro.

Trato y relación
Otra diferencia fundamental entre el líder y el “jefazo” que analiza Anibal Basurto, está en el trato y las relaciones humanas que entablan con su equipo de trabajo.
El líder es sencillo, gentil, pronto, de gran aproximación con las personas, en base a una autoestima sana, gracias a un cierto nivel de sabiduria que ha ganado con todo el conocimiento acumulado solícitamente a lo largo de su vida, mientras el “jefazo” es frecuentemente un ignorante del comportamiento humano, lo que lo vuelve un insensible, déspota y soberbio con sus subordinados.
El “jefazo” tiene problemas de autoestima que manifiesta pintando su raya al exigir respeto exagerado, y además se mantiene distante de los colaboradores para evitar que vean sus lados flacos, por miedo a perder su “poder”.
Con el líder, el trato es fino, suave, es fácil hacerle ver cuando se equivoca, porque es humilde, conocedor de la naturaleza humana y no se hace ilusiones de ser perfecto, mientras que con el “jefazo”, para el subordinado es punto menos que imposible hacerle ver sus yerros, aunque el “jefazo” también tiene un trato suave y fino, pero sólo con sus jefes, con quien es todo miel sobre ojuelas, nunca con los subalternos, para quienes reservan la bota de punta dura.

Servicio y clientes
Para el líder, la frase “el cliente es lo más importante”, no es demagogia, es la realidad en que enmarca toda su operación y por lo tanto trabaja para compartir este paradigma con sus colaboradores y para orientar a toda la organización hacia esta brillante meta de servir al cliente, al que ve como persona, no sólo como ganancias.
Para el “jefazo”, la palabra servir sólo tiene sentido si sirve a sus “jefazos” servilmente o si el mismo se sirve con la cuchara grande, en cualquier otro contexto carece de significado, además de que para él, el cliente es sólo un ser orgánico animado que es muy latoso, que le quita tiempo y sólo le da dolores de cabeza.

Visión y trascendencia
Anibal Basurto especifica que mientras el “jefazo” vive enfrascado en el hoy, el líder tiene una visión de futuro.
El “jefazo” frecuentemente se embota con la operación cuando ha llegado a su nivel de incompetencia y por ello necesita desesperadamente demostrar que hace algo, por eso su relación con los subordinados se basa en medir, supervisar, exigir; por su misma ignorancia, no comprende el futuro.
Mientras, el líder usa el futuro como motor de la organización, de manera que todo lo que emprende tiene una finalidad hacia delante y la operación tiene como fundamento los valores, el conocimiento, las habilidades y las actitudes que va desarrollando en sus seguidores, por lo que sus relaciones con ellos están basadas en el crecimiento personal que van logrando.
Para el “jefazo”, trascendencia es una palabra hueca y podríamos pensar que hasta de carácter esotérico, cuyo significado se le escapa, mientras que el líder hace que su visión trascienda a través de sus enseñanzas e incluso la hace ir más allá del límite de su propia vida.Resulta entonces que “jefazos” y líderes son dos especies distintas, que se diferencian por sus fines y sus acciones, aun cuando conviven en el mismo tiempo y a veces en el mismo espacio. Falta ahora saber si quienes comandan nuestras organizaciones son viles “jefazos” o auténticos líderes. Ustedes juzguen.

En busca de la felicidad II

Establecer qué sea la felicidad es uno de los problemas trascendentales más debatidos y fundamentales de la historia del hombre. Desde que el hombre existe sobre la faz del planeta, siempre se ha cuestionado sobre este concepto que frecuentemente nos resulta escurridizo.
Si preguntamos a los que nos rodean qué es ser feliz, cada quien tendrá una opinión sobre el punto, con coincidencias y divergencias importantes.
Si queremos ser felices, (infaliblemente podemos decir que todos queremos ser felices), primero necesitamos saber qué es la felicidad y para dar con un concepto claro y preciso podemos proceder por eliminación, es decir, viendo qué no es la felicidad.

Placer no es felicidad
Una condición que podemos confundir con la felicidad es el placer, esa sensación de bienestar pasajera, que afecta principalmente a los sentidos externos: al olfato, cuando olemos un buen perfume o una buena carne asada; al gusto, cuando saboreamos un platillo exquisito; al oído, cuando escuchamos una melodía genial; a la vista, cuando vemos una obra de arte o un hermoso paisaje; al tacto, cuando tocamos una piel tersa o no tenemos ni calor ni frío.
El placer también puede derivar de nuestros sentidos internos: de la imaginación, cuando leemos una buena novela o vemos una buena película; de la memoria, cuando recordamos todas las cosas placenteras que hemos hecho o nos han sucedido.
Puede también obtenerse placer cuando obramos bien o cuando adquirimos nuevos conocimientos, pero se trata de placeres menos sensibles y por lo tanto más espirituales, sobre los que profundizaremos más adelante.
La diferencia básica, vista de manera simplista si se quiere, entre el placer y la felicidad es que el placer es momentáneo, transitorio, fugaz. Depende al 100% de las cosas externas que impactan a nuestro ser, pues no hay placer en ausencia de ellas (cuando recordamos algo placentero, el objeto recordado está presente a la memoria).
Las personas que confunden el placer con la felicidad son llamados hedonistas (del griego hedoné=placer, corrijanme si me equivoco). Esta forma de ver al mundo está muy difundida, siempre ha existido, y hoy premea nuestra sociedad y recibe amplia difusión por todos lados, a través de la televisión, del cine, de la música, de la literatura, el internet, etc. y tiene más seguidores de los que podamos imaginar, ya que pretende ser una forma fácil de alcanzar la felicidad.
Es una visión de la realidad que está en la raíz de los grandes problemas que aquejan a nuestra sociedad moderna, pues en aras de obtener placer se hacen y se dejan de hacer muchas actividades perjudiciales para la sociedad.
Por ejemplo, el placer está en la raíz del narcotráfico, pues el drogadicto busca placer y el narcotraficante quiere el dinero por los placeres que puede comprar; está en la raíz de la corrupción, pues el corrupto busca el dinero por los placeres; y está en la raíz de la disfunción familiar, pues quien puede negar que el placer sexual ilícito es la causa número uno de la infidelidad conyugal, o de los embarazos o de los abortos en adolescentes y así, si analizamos toda nuestra problemática como sociedad, podemos ver cómo confundir el placer con la felicidad nos lleva al caos. (No digo que sea la única causa, pero si una muy influyente).

Alegría, sí pero no
Otro sentimiento que podemos confundir con la felicidad es la alegría, que si bien es un componente sensible de la felicidad, no es con mucho la esencia de la misma.
La alegría, al ser un placer (el placer de la experiencia presente), sigue siendo pasajera, así, por ejemplo, cuando alcanzamos una meta, podemos sentirnos “felices” y contentos, muy alegres y alborozados por haber culminado la escuela, por ejemplo, y vamos a festejar para compartir nuestra alegría con los demás, pero la experiencia nos muestra que esa alegría dura poco.
Puede convertirse en una satisfacción interior permanente, pero en el momento es sólo alegría superficial y pasajera.
Cuando confundimos la alegría con la felicidad pretendemos estar siempre de fiesta (que es la expresión de alegría más común entre los mexicanos), pero al final de cuentas vivir en una fiesta nos resulta monótono, vacío y sin sentido.

Concepto clásico de felicidad
Ahora bien, según el diccionario de filosofía Herder, la felicidad es una vivencia subjetiva de un estado de alegría y dicha permanente o estable.
Y los clásicos, con Aristóteles a la cabeza, definen la felicidad como la posesión perfecta e interminable del Bien Absoluto.
Boecio siguiendo al Filosofo griego, definió la felicidad como “el sumo bien, que abarca dentro de sí todos los bienes”, o “la cifra y la causa de todo lo que se desea”.Por lo pronto nos quedamos con la definición de Aristóteles y en nuestra próxima entrega profundizaremos sobre los términos que la constituyen, de manera que tengamos más luz en nuestra búsqueda de la felicidad.

En busca de la felicidad

Nos presta el título para esta reflexión el drama de la vida real, representado por Will Smith y su propio hijo Jaden Smith, en una cinta cinematográfica del 2006, en la que el protagonista pasa las de Caín junto con su pequeño hijo para poder lograr el éxito.
Esta búsqueda de la felicidad es un interés común a todos los seres humanos, o, ¿han sabido ustedes, amigos, de alguna persona a la que no le interesa en lo más mínimo ser feliz? Ciertamente que quien afirmara no querer ser feliz, evidentemente mentiría o estaría, digámoslo suavemente, mal de sus facultades mentales, al menos en algún grado (desde depresión hasta insania total).
Ahora bien, dejando esos casos patológicos de lado, y asumiendo que es cierto que todos queremos ser felices, hay que precisar que cuando andamos buscando algo, lo primero que necesitamos es saber precisamente cómo o qué es eso que andamos buscando, de otra forma daremos palos de ciego, andaremos inquietos y frustrados.

Camino complicado
Y en este punto es donde se complica la trama, porque aunque todos queremos, deseamos, anhelamos, sufrimos y luchamos a brazo partido por ser felices, raramente podemos dar una explicación de qué significa “ser felices” y entonces aquí es cuando entran las apreciaciones particulares en las que para unos, ser feliz es tener éxito (material, económico, profesional), para otros es tener salud, para otros más es estar con la persona amada, incluyendo familia y amigos (que son la familia que uno elige), para otros más la felicidad es darse a los demás, aportar un granito de arena al gran edificio social, contribuir al bien común; para otros quizás la felicidad esté en disfrutar de un buen café o buen plato de comida, para otros tal vez la felicidad se reduzca a cobrar el cheque de la quincena para poder dar de comer a los hijos, etcétera…
Me voy a los extremos para dejar en claro que nuestro concepto de felicidad es tan sutil e impreciso que somos capaces de intepretarlo como mejor nos acomode, de acuerdo a nuestra libertad, aunque en el proceso erremos y nos juguemos la piel por encontrar eso que creemos que es para nosotros la felicidad.
Y es la imprecisión del objeto deseado (la felicidad), lo que hace que la mayoría andemos toda la vida buscándola, sin lograr apropiarnos de ella. Estamos como entre brumas, en medio de un lugar nebuloso, en el que los raudales de información que nos llegan por todos lados, generalmente entorpecen nuestra visión. En medio del cambio vertiginoso, de los acontecimientos que van y vienen con velocidad casi lumínica, pretender hallar la felicidad sin detenernos a reflexionar qué es lo que realmente queremos, es como pretender leer una página de un libro que gire alrededor de nosotros a la velocidad media, sin que se detenga en ningún momento. Imaginen que están montadas en un caballito del carrusel y alguien desde abajo del aparato quiere que lean una frase del libro, ¿podrían lograrlo?
Pues el mismo efecto tiene vivir la vida afanosamente, llena de acción, sin espacios de reflexión sobre este tema tan importante: Damos y damos vueltas sin lograr obtener lo que pretendemos.

Pero, y entonces, ¿qué es la felicidad?
Esta es la pregunta crucial de nuestra vida, porque dependiendo de cómo la contestemos, será como vivamos, es decir, nuestro concepto de Felicidad determina, o sea, marca los límites y el camino de nuestras acciones y pensamientos, define finalmente quienes somos y que hacemos, porque, querámoslo o no, lo que somos y hacemos, lo somos y hacemos para ser felices.

Antes de llegar a una conclusión, quiero compartir el texto del anuncio de Coca-cola, que en lo personal me mueve a reflexionar:
“Esta historia es real. En estos tiempos difíciles, reunimos al hombre más viejo con el bebé más joven.
Madrid. Aitana Martínez a tres horas de nacer. Mallorca. Josep Mascaró, 102 años.
“Hola Aitana, me llamo Josep Mascaró y tengo 102 años. Soy un suertudo. Suerte por haber nacido, como tú. Por poder abrazar a mi mujer. Por haber conocido a mis amigos. Por haberme despedido de ellos. Por seguir aquí.
Te preguntarás cuál es la razón de venir a concerte hoy, es que muchos te dirán que a quién se le ocurre llegar en los tiempos que corren, que hay crisis que no se puede… Ja! esto te hará fuerte. Yo viví momentos peores que este, pero al final, de lo único que te vas a acordar es de las cosas buenas.
No te entretengas en tonterias que las hay, y vete a buscar lo que te haga feliz que el tiempo corre muy deprisa. He vivido 102 años y te aseguro que lo único que no te va a gustar de la vida es que te va a parecer demasiado corta. Estás aquí para ser feliz”.



Se los dejo para que lo reflexionen y si quieren saber cual es concepto de felicidad que mejor nos puede conducir a ella, lo platicamos en la próxima entrada. ¡Sean felices!