Establecer qué sea la felicidad es uno de los problemas trascendentales más debatidos y fundamentales de la historia del hombre. Desde que el hombre existe sobre la faz del planeta, siempre se ha cuestionado sobre este concepto que frecuentemente nos resulta escurridizo.
Si preguntamos a los que nos rodean qué es ser feliz, cada quien tendrá una opinión sobre el punto, con coincidencias y divergencias importantes.
Si queremos ser felices, (infaliblemente podemos decir que todos queremos ser felices), primero necesitamos saber qué es la felicidad y para dar con un concepto claro y preciso podemos proceder por eliminación, es decir, viendo qué no es la felicidad.
Placer no es felicidad
Una condición que podemos confundir con la felicidad es el placer, esa sensación de bienestar pasajera, que afecta principalmente a los sentidos externos: al olfato, cuando olemos un buen perfume o una buena carne asada; al gusto, cuando saboreamos un platillo exquisito; al oído, cuando escuchamos una melodía genial; a la vista, cuando vemos una obra de arte o un hermoso paisaje; al tacto, cuando tocamos una piel tersa o no tenemos ni calor ni frío.
El placer también puede derivar de nuestros sentidos internos: de la imaginación, cuando leemos una buena novela o vemos una buena película; de la memoria, cuando recordamos todas las cosas placenteras que hemos hecho o nos han sucedido.
Puede también obtenerse placer cuando obramos bien o cuando adquirimos nuevos conocimientos, pero se trata de placeres menos sensibles y por lo tanto más espirituales, sobre los que profundizaremos más adelante.
La diferencia básica, vista de manera simplista si se quiere, entre el placer y la felicidad es que el placer es momentáneo, transitorio, fugaz. Depende al 100% de las cosas externas que impactan a nuestro ser, pues no hay placer en ausencia de ellas (cuando recordamos algo placentero, el objeto recordado está presente a la memoria).
Las personas que confunden el placer con la felicidad son llamados hedonistas (del griego hedoné=placer, corrijanme si me equivoco). Esta forma de ver al mundo está muy difundida, siempre ha existido, y hoy premea nuestra sociedad y recibe amplia difusión por todos lados, a través de la televisión, del cine, de la música, de la literatura, el internet, etc. y tiene más seguidores de los que podamos imaginar, ya que pretende ser una forma fácil de alcanzar la felicidad.
Es una visión de la realidad que está en la raíz de los grandes problemas que aquejan a nuestra sociedad moderna, pues en aras de obtener placer se hacen y se dejan de hacer muchas actividades perjudiciales para la sociedad.
Por ejemplo, el placer está en la raíz del narcotráfico, pues el drogadicto busca placer y el narcotraficante quiere el dinero por los placeres que puede comprar; está en la raíz de la corrupción, pues el corrupto busca el dinero por los placeres; y está en la raíz de la disfunción familiar, pues quien puede negar que el placer sexual ilícito es la causa número uno de la infidelidad conyugal, o de los embarazos o de los abortos en adolescentes y así, si analizamos toda nuestra problemática como sociedad, podemos ver cómo confundir el placer con la felicidad nos lleva al caos. (No digo que sea la única causa, pero si una muy influyente).
Alegría, sí pero no
Otro sentimiento que podemos confundir con la felicidad es la alegría, que si bien es un componente sensible de la felicidad, no es con mucho la esencia de la misma.
La alegría, al ser un placer (el placer de la experiencia presente), sigue siendo pasajera, así, por ejemplo, cuando alcanzamos una meta, podemos sentirnos “felices” y contentos, muy alegres y alborozados por haber culminado la escuela, por ejemplo, y vamos a festejar para compartir nuestra alegría con los demás, pero la experiencia nos muestra que esa alegría dura poco.
Puede convertirse en una satisfacción interior permanente, pero en el momento es sólo alegría superficial y pasajera.
Cuando confundimos la alegría con la felicidad pretendemos estar siempre de fiesta (que es la expresión de alegría más común entre los mexicanos), pero al final de cuentas vivir en una fiesta nos resulta monótono, vacío y sin sentido.
Concepto clásico de felicidad
Ahora bien, según el diccionario de filosofía Herder, la felicidad es una vivencia subjetiva de un estado de alegría y dicha permanente o estable.
Y los clásicos, con Aristóteles a la cabeza, definen la felicidad como la posesión perfecta e interminable del Bien Absoluto.
Boecio siguiendo al Filosofo griego, definió la felicidad como “el sumo bien, que abarca dentro de sí todos los bienes”, o “la cifra y la causa de todo lo que se desea”.Por lo pronto nos quedamos con la definición de Aristóteles y en nuestra próxima entrega profundizaremos sobre los términos que la constituyen, de manera que tengamos más luz en nuestra búsqueda de la felicidad.
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