jueves, 12 de junio de 2014

Vive Feliz, Sé Auténtico

Este escrito fue originalmente elaborado para ser editorial de la Revista Amiga, publicado en octubre de 2013:

De acuerdo al diccionario, el adjetivo calificativo auténtico tiene varias acepciones, todas relacionadas con la verdad, que representa la concordancia de lo que pensamos con lo que es real y así, por ejemplo, decimos que un bolso es auténtico cuando realmente fue fabricado por la empresa propietaria de la marca que ostenta y que representa la idea que tenemos de un bolso de esa marca.
¿Lo mismo se puede decir de una persona? En cierto sentido. La persona se nos muestra como auténtica cuando sus acciones se corresponden con sus valores, en otras palabras, cuando sus virtudes (valores vividos) son congruentes con sus valores (ideas de lo que es bueno). Si piensas o dices que la alimentación es importante para la salud, pero desarrollas malos hábitos alimenticios, entonces no eres auténtica, porque lo que piensas no se corresponde con lo que haces; en este caso, la idea y la realidad se repelen.
Ahora bien, hay que entender que en la actualidad se difunden disvalores o contravalores como si fueran auténticos valores, por ejemplo el placer por el placer mismo, la ambición ilimitada, el hartazgo de bienes materiales o la rebeldía habitual, sin sentido, por mencionar algunos.
Ser auténtico puede llevarnos a ser felices, siempre y cuando nuestros valores sean realmente valores que nos pongan en posesión del bien, ya que la felicidad es la posesión del bien. En otras palabras, ser auténtico sólo nos hace felices si obramos el bien para nosotros y para quienes nos rodean. El bien es el perfeccionamiento del ser, nuestro o de los demás. En este sentido, la felicidad personal depende enteramente de nosotros, de nuestras acciones para ser mejores y para ayudar a los demás a ser mejores personas.
Ahora bien, cuando la autenticidad se limita a lo superfluo, a la apariencia, a los bienes materiales, la felicidad que nos puede brindar es sumamente fugaz, pues estos bienes materiales son perecederos y la felicidad que se acaba no es felicidad auténtica.
Sin embargo, en medio de la caducidad de los seres que nos rodean, podemos seguir siendo auténticas, congruentes con nuestros valores, hacedoras del bien y por lo tanto personas felices, a pesar de los retos que siempre estarán presentes.
Ahora bien, la felicidad es una meta que constantemente podemos alcanzar si obramos el bien consciente y libremente, si nuestros valores son realmente valores y somos auténticos, fieles a esos valores.
Vivamos felices, seamos auténticos.

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